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9 de febrero de 2010

Prejuicios que nos tientan a Condenar

Hace algún tiempo leí un cuento de Isaac Asimov que me hizo reflexionar respecto a cómo y en qué cuantía podemos equivocarnos en nuestra buena Fe, debido a nuestros prejuicios, atacando en nuestra equivocación al desprotegido y agravando con ello la situación aparente que nos indigna y tienta a condenar. Y ese cuento me vino a la memoria Hoy, cuando el Padre Franciscano Victor Hugo recurrió a mi para que le ayudara en su desvelo por las penurias que está pasando Selena Pimienta, una inocente bebé de tres meses apartada de su madre que está retenida en la Carcel femenina de Minas

En el cuento de Asimov, los protagonistas astronautas y yo mismo a medida que iba leyendo el cuento, influidos por los prejuicios terrestres, confundíamos en un mundo lejano a una especie de Ogro con una especie de Papá Noél extraterrestre; confundíamos los cadáveres que ese Ogro metía en una especie de buche que tenía en la espalda con juguetes en la bolsa del supuesto Papá Noél; y confundíamos a los esforzados enanitos, que pretendían recuperar los restos de sus familiares devorados, con energúmenos seres desagradecidos que apedreaban al Papá Noél para quitarle con prepotencia los juguetes.

El error le costó caro al astronauta a cargo de la misión, porque "rescató" al Papá Noél de tanta injusticia aparente, lo trajo a la Tierra, lo cobijó en su hogar, y recién descubrió el error cuando extrajo los cadáveres de sus hijos del buche de su protegido.

Y mi sorpresa al terminar el cuento abruptamente con tal revelación fue tal que me hizo reflexionar en las tantas veces que debido a nuestra confusión prejuiciada condenamos apresuradamente a quienes desde sus posibilidades y limitaciones subsisten a las agresiones de una sociedad que no está preparada para interpretar las verdaderas causas de tanta injusticia y tantas atrocidades que ella misma genera.

Y ese cuento me quedó marcado y su enseñanza me vuelve ahora, cuando me entero por el Sacerdote Juan José Brigante (Victor Hugo) de la existencia de una reclusa en Minas a la que las compañeras de prisión golpearon, administrando sus códigos de justicia sin conocimiento de causa, dañando su integridad ya profundamente afectada. Posiblemente ninguna de esas "justicieras" haya leído el cuento de Asimov y posiblemente utilizaron para su propósito las "piedras" que hace casi 1980 años no llegaron a María Magdalena porque alguien llamado Jesús, muy pero muy sabio, se interpuso diciendo que empezara con el castigo aquel que estuviera libre de culpas.

Porque según me explica el Sacerdote, la culpa de la reclusa nos hace cómplices a todos por nuestra indiferencia ante el devenir de tragedias anunciadas; y, la actual tragedia que también afecta a esa bebé de 3 meses llamada Selena Pimienta, nos hace partícipes por inacción, propiciando con nuestra actitud un sistema que permite que la injusticia se propague en las cárceles mediante códigos inaceptables que tienen por paradigmas la inmediatez de las apariencias y axiomas obsoletos que combaten la violencia con más violencia.

Por suerte existen personas como este Padre Franciscano, que saben mirar y razonar más allá de las apariencias inmediatas, haciendo con su actitud responsable que este mundo globalizado no se desprenda por siempre e irreversiblemente de lo que alguna vez predicó Jesús. Pero con ellos no alcanza, debemos abrir Todos nuestra cabeza para depositar nuestros prejuicios en las manos de especialistas, de las autoridades responsables y de las ciencias sociales; y aceptar que nos podemos equivocar en nuestros prejuicios, no entorpeciendo las acciones especializadas ante los problemas que nos puedan indignar. Convenciendo también de que se pueden equivocar a quienes desde su buena Fe se mueven por las apariencias que los prejuicios transforman en convicciones, llevándolos a desarrollar verdaderas barbaridades administrando sus códigos de justicia terrorista.

3 comentarios:

abrecabezas dijo...

tu historia me erisa la piel ,que macabra.

Homero Estrada Taddei dijo...

Estimada Abrecabezas, comparto tu sentimiento. Hice algún cambio en la nota para aclarar un poco más la historia, relacionando su enseñanza con el problema que podemos crear administrando justicia por nuestra propia mano impulsados por prejuicios. Te agradezco tu pregunta de ¿Cómo se puede ayudar?, y a ello te contesto que desde tu Blog lo estás haciendo todos los días, tirando buena onda y ocupándote de divulgar cosas que nos hermanan a todos.
Un abrazo.

Juan J. Brigante dijo...

Acabo de leer este comentario del año pasado. Debo aclarar que, en honor a la verdad, la situación ha cambiado mucho en la nueva cárcel del Campanero. La situación de los presos es buena y se está trabajando en su promoción humana, en mi criterio, de una manera quizás lenta pero gradual y progresiva.
P. Juan José Brigante

 
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