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3 de marzo de 2008

¿VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS?

A continuación trascribimos un artículo publicado en Voces del Frente, del Sociólogo Hugo Bazzi, cuyo contenido nos parece que clarifica la necesidad de que se adecuen las estructuras a la nueva realidad en que actúa la izquierda en el Ururguay

Por Hugo Bazzi
¿VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS?
En el evangelio apócrifo o extracanónico de Tomás hallado junto a los evangelios de Felipe y Valentín en el pueblo egipcio de Nag Hammadi en 1945 y escritos en el idioma copto, se atribuye a Jesús la frase: “Y no se pone vino nuevo en odres viejos, para que no se revienten”.

REFUNDACIÓN
La misma existencia de la izquierda política y su recorrido histórico hasta la llegada al gobierno nacional, ha experimentado distintos momentos de fundación y refundación; lo que legitima su continuidad a pesar de los cambios del contexto político, social y económico y deslegitima las calificaciones que suponen temeridad en los nuevos planteos políticos acerca de las actuales necesidades de transformación de esta fuerza política que acaba de cumplir 37 años. Una historia que reconoce desde los tempranos años de la década del 60 los primeros intentos de unidad, siguiendo por la propia fundación del FA, la proscripción y resistencia a la Dictadura; el período llamado de apertura democrática, la escisión del 89, el Encuentro Progresista, el EP-FA-Nuevo Espacio, hasta el retorno a la unidad en el FA; en un momento histórico que exige una nueva mirada al contexto y al interior de una fuerza política que aún no ha trazado su estrategia de futuro.
Más allá de la espectacularidad informativa de los cambios de jerarcas en el Gobierno y de la importancia coyuntural de la discusión por la candidatura presidencial para la próxima elección nacional; ninguno de dichos aspectos hacen ni tienen la menor influencia en el análisis sociológico político de una posible refundación partidaria. Aspectos que, sin pretender abarcarlos totalmente ni agotarlos, presento para la discusión.

De qué hablamos cuando hablamos de la “realidad”
En un par de artículos publicados en “Voces” durante el año pasado, mencioné cambios de tipo estructural en la sociedad uruguaya que tienen que ver con el mundo del trabajo, con la estructura generacional y de la pobreza, con el ejercicio de la ciudadanía y el consumo; pero actualmente hay además de los análisis, datos cuantitativos de la percepción de los habitantes de nuestra sociedad, como lo muestra el último estudio conocido acerca de la de la exclusión social y discriminación realizado por el Observatorio Montevideo de Inclusión Social, referido a las poblaciones metropolitanas de Montevideo, Canelones, Florida y Ciudad del Plata en San José. En las dimensiones relevadas que se proponen en el trabajo para medir la evaluación de la sociedad uruguaya, aparecen cifras preocupantes en términos de apreciación del nivel democrático de la sociedad, de la conflictividad, del machismo, del acceso a oportunidades, del grado de racismo, de la tolerancia a la diversidad sexual, de equidad y posibilidades de inclusión. Dimensiones que son evaluadas en niveles de alto valor negativo que contradicen aquella imagen de integración exitosa de la sociedad uruguaya, por lo menos en una lectura primaria. Obviamente aparecen diferentes opiniones según sexo, edad, educación y nivel socioeconómico; y además se trata de un estudio que representa al 52% de la población mayor del país. Aún así, la trascendencia de los temas y el número de población relevada deberían ser considerados a la hora de elaborar programas y para muestra basta la mención del 74% de los encuestados, que creen que “para la mayoría de los pobres no habrá posibilidades de salir de la pobreza en los próximos años”.

Conflictos, articulación, discurso, hegemonía y sujetos
El desarrollo de las “nuevas identidades” adquiridas en torno a relaciones sociales que en el capitalismo actual no son determinadas directamente por las relaciones de producción, las que se organizan en movimientos sociales que denuncian conflictos de tipo cultural (urbanos, de sexo, sexualidad, étnicos, ecológicos, de consumo, etc.) y que se apartan de las tradicionales luchas de “clase”, le plantean a la izquierda no solamente una atención legislativa de los mismos, sino una articulación y potenciación de sus discursos. No en forma de cooptación ni subordinación política, sino en la concepción hegemónica basada en la articulación de intereses que desconoce la existencia de sujetos a priori determinados y legitimados como depositarios del cambio social. La relación de la izquierda política en el camino de la superación de las relaciones sociales capitalistas, le exige no sólo “atender demandas” de la sociedad civil; sino integrar la diversidad de conflictos a su práctica política. Integración que debe llevar al extremo democrático los conflictos de subordinación de intereses, hasta que en un momento alcancen el nivel de oposición sistémica.

¿Sujetos predeterminados para el cambio?
Si bien desde el punto de vista teórico, cada vez tiene más dificultades el sostenimiento de una categoría como “clase obrera” en los términos de sujeto predeterminado para los cambios, incluso en un momento histórico en el que el nivel de sus demandas no supera el nivel de mejora de condiciones salariales y de condiciones de trabajo sin alcanzar reivindicaciones con respecto a su participación en la propiedad y/o la gestión de las empresas; no puede desconocerse el grado de organización e influencia de opinión social y política que las organizaciones sindicales tienen. Influencia que inclusive ha operado en la conformación de un sustento organizacional y de cuadros militantes para el nacimiento y el desarrollo de la unidad política de la izquierda en el Uruguay, sin desconocer ni minimizar el papel histórico de la FEUU y antiditactorial de la FUCVAM.
En esta línea de análisis, una fuerza de izquierda debe tener una política de alianzas y acuerdos estratégicos con los sindicatos, tanto para el ejercicio del gobierno como para recorrer un largo camino de superación de las condiciones actuales del capitalismo. Si bien la autonomía organizativa y de acción es una condición a defender para los gremios, al igual que para el resto de los movimientos sociales, el discurso y la visión de un proyecto de cambio sostenido por los mismos le plantea a la fuerza política, una necesaria articulación de intereses.

Hacia una radicalización de la democracia
El Frente Amplio desde su fundación ha sostenido la reivindicación de la democracia como sistema político institucional y como vía de acceso al gobierno, pero es a partir de la recuperación democrática en 1984, que la reflexión en torno a la misma alcanza propuestas de teoría y práctica política. Tanto el Partido Comunista, como el Socialista proponen documentos que refieren a “avanzar” en democracia o sentar “nuevas bases” para la misma.
La expresión de “democracia radical” que tomo de Laclau y Mouffe, desde una visión de izquierda, que supere el orden neoliberal, plantea el desafío de aceptar que sólo la concreción de la democracia hasta en sus últimos espacios, puede incluir la superación del capitalismo y no al contrario. Más allá de rechazar la concepción liberal de derechos individuales, implica llevar al extremo el sentido democrático y plural de todo derecho ciudadano inclusive el del consumo, arrebatándole el discurso de la “libertad” a la derecha. Esto implica aceptar que el conflicto está diseminado por toda la sociedad y no sólo en el ámbito de las relaciones del trabajo; así como tampoco ni el Estado ni el Partido son instrumentos privilegiados a priori, sino que están subordinados a las necesidades coyunturales, y que todo conflicto y diversidad de actores se ve involucrado en un espacio político, que no puede ser subordinado por un actor superior y en los que la utilización de instrumentos de democracia directa deben ser una práctica normal en el ejercicio del gobierno.

¿Coalición, Movimiento o Partido?
Planteado lo anterior, el desafío organizativo implica restructurar una organización política que pueda responder adecuadamente desde el punto de vista programático, estratégico y de acción política. Que reconozca una nueva realidad estructural del país; que identifique, se relacione e integre la diversidad de conflictos y pluralidad de actores, que debata y asuma una clara concepción democrática en vías de la superación de los conflictos capitalistas. Desde el punto de vista de la participación individual, el FA le debe a sus independientes una posibilidad de real incidencia, la que ha sido mediatizada por los partidos coaligados; sea aquella, a través de mecanismos de decisiones directas o de espacios de desarrollo político independiente. A nadie escapa el conflicto en términos organizacionales del FA, hasta el punto de reconocer dos o tres y hasta cuatro escenarios de poder dentro del mismo, a saber: el electoral nacional y su representación parlamentaria; el electoral interno y su representación en la dirección de la fuerza política, el peso militante interno y su influencia de opinión y comunicación pública y el peso electoral y militante en las organizaciones sindicales. Todos estos aspectos entran en conflicto de acuerdo a alineaciones coyunturales o estrategias partidarias, debilitando la acción política unificada del Frente como tal.

Retomando el sentido del título, cualquier refundación política que se quede en las personas, que no atienda a las características del momento político y social, que no defina una nueva visión ideológico-política y que no adecue su estructura orgánica, será vino nuevo en odres viejos.

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